El tema del vicepresidente siempre fue un problema en la Argentina, especialmente si se trata de una mujer. En una sociedad que todavía es machista, la pregunta “¿Vos no podés ser vicepresidenta?” sigue resonando.
Fue lo que le dijo el General Perón a Evita para no ponerla de compañera de fórmula, cuando ella tenía más votos que él. Aunque han pasado más de 70 años desde entonces, la participación de las mujeres en la sociedad argentina ha cambiado significativamente. Isabel Perón llegó a la presidencia después de la muerte de Perón, y Cristina Fernández se convirtió en presidenta por el voto popular y la generosidad de Néstor Kirchner.
Más recientemente, Cristina Fernández asumió el cargo de vicepresidenta bajo la presidencia de Alberto Fernández, buscando dejar una huella en la historia y cumplir el sueño que Evita no logró. Un poco para tenerlo controlado, otro poco para tener fueros por las causas judiciales en su contra, y mucho para cumplir el sueño que Evita no cumplió.
Y ahora le llegó el turno a Victoria Villarruel, que llegó a la vicepresidencia de la mano de Javier Milei y ahora se detestan. O compiten por dos modelos políticos diferentes dentro de una misma coalición de derecha. Guerra de egos que le dicen. Allegados a Milei suponen que está confeccionando un armado político propio junto a Mauricio Macri, por fuera de Javier y Karina Milei.
Ella dice que no, pero no le creen y la mandan a espiar y la atacan en Twitter. Y ella hace lo propio. Encuentros con ex militares condenados por delitos de lesa humanidad, etc. ¿Pero por eso no la podés juzgar?
Es hija de un militar que colaboró en la llamada “guerra contra la subversión” y se autoproclamaba “héroe de Malvinas”. Y Victoria mamó eso. Y está bien en todo caso que defienda a su padre. Yo defendí al mío en un montón de conflictos familiares y no lo merecía.
La ley no la condenaría, incluso si miente sobre él, justamente por el vínculo. No está mal defender a un padre por más que haya hecho lo que haya hecho, pero defender a Milei parece que no tanto.
No es su esposo, ni su novio, ni el padre de sus hijos, no tienen propiedades en común, ni autos, ni empresas, ni mascotas, ni es su hijo, ni siquiera es alguien que piensa exactamente lo mismo que ella, que sueña con un país republicano, con fuerzas armadas, patriota, católico, soberano, que defienda la propiedad privada y la tierra, de pañuelo celeste, pro Malvinas, mucho más proteccionista que el de Javier Milei, dispuesto a entregar territorio y empresas al enemigo externo.
Y en términos militares, eso se condena.
Juan Botana es escritor y licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Es autor de los libros Recovecos, Toda la voz de América en mi piel, Amores truncos y Sin ojos que los miren.